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El Diván Desgarrado

Consultorio postmoderno 

18 abril 2006

2:06 p. m. - Ensayo sobre la intolerancia


En el año 1999, durante un seminario de budismo Zen sobre las “cuatro nobles verdades de buda” llevado a cabo en el Dojo Zen Bodaishin de Caracas a propósito de la visita de un maestro Lama Tibetano, de quien desgraciadamente no recordamos el nombre, surgía una pregunta de los concurrentes al seminario que se expresaba más o menos de esta forma: maestro, ¿en este ambiente político convulsionado que vivimos en nuestro país piensa usted que la tolerancia es la mejor vía para solucionar las diferencias? Y el Lama respondió: “la tolerancia es un falso valor, una construcción ficticia de la mente. En verdad no hay nada que pueda ser llamado tolerancia pues no hay ningún otro que tolerar. No hay nada diferente a nosotros mismos, entonces por qué habremos de necesitar algo como la tolerancia”. Y más adelante agregaría: “El que cree necesitar la tolerancia es porque se siente superior a otro, y nada ni nadie es más importante que el valor que tienes tu mismo”.

Estas expresiones nos hicieron reflexionar sobre el significado de la palabra tolerancia como una alternativa para el “acuerdo social”. Ciertamente, la tolerancia ofrece un mínimo sobre el cual es factible empezar a hablar del acuerdo, pero ¿será suficientemente para mantener la paz?, ¿implica una comprensión real de ese otro que debemos tolerar?, ¿sienta las bases para un diálogo en igualdad de condiciones?...

Jean Daniel, Director del diario parisino Le Nouvel Observateur, en un artículo recientemente publicado en el matutino de circulación español El País denominado “Por una concepción laica de la tolerancia” hace una clara descripción del discurso sobre tolerancia étnica que surgió en Europa como consecuencia del fin de la guerra fría y la caída del muro de Berlín. Daniel dice “…tras la época maniquea de la guerra fría y de la caída del Muro de Berlín, la abolición de las fronteras, la interpenetración de las culturas y la babelización de las lenguas debían conducir a la aparición de un hombre nuevo, viajero sin raíces y sin equipaje, libre de toda obligación, ciudadano del mundo que sólo tenía como patria la Tierra entera. Era la época de la célebre “aldea global”, nueva versión del internacionalismo proletario, gran y hermosa ilusión de las dos últimas décadas del siglo XX.” (2003, p. 2)

Pero esta visión optimista, según la cual surgía una especie de tolerancia universal ha tomado otro rumbo. Siguiendo las ideas de Daniel “tan sólo nos queda el lirismo del desencanto” (2003, p. 2) El humanismo de “las Luces” ha quedado derrotado por la muerte de las utopías, la multiplicación de los genocidios, las guerras de religión, el hambre y la muerte de los niños, en fin por esto que hemos denominado la intolerancia. En este escenario desolador tienen lugar los desplazamientos de aquellos que no teniendo nada, o simplemente huyendo de la muerte, van a tocar la puerta de otros que tienen algo. Cuando son requeridos se les planifica y se llaman flujos controlados, por ejemplo para agregar fuerzas humanas a los ejércitos o para aquellas labores que los ciudadanos del país no están dispuestos a realizar. Pero cuando no son requeridos son un problema de Estado que ocupa muchas horas de debate de congresistas y asambleístas. De cualquiera forma en que se del fenómeno migratorio, este conlleva unas claras consecuencias futuras: el no reconocimiento del mantenimiento de las mismas costumbres, el miedo al desconocimiento del entorno, al pañuelo islámico en las escuelas, los matrimonios acordados, los rostros dorados, negros, o de cualquier color diferente.

Aquella sociedad laica con la que habían soñado Locke y, más tarde Voltaire, donde sólo había una iglesia (católica, apostólica y romana) a la cual había de contenerse, se presenta ahora complejizada en la pluralidad de las religiones. Aquello que el laicismo habría logrado al convertirse en una especie de guardián de los diversos cultos, en un árbitro imparcial y justo, ha quedado reducido a la tolerancia. Pero el laicismo no es tolerancia. Tal como nos comenta Daniel “el primero es activo, la segunda, pasiva. El primero es fundacional; la segunda, indiferente”(2003, p. 2) De esta forma, tolerar es algo así como aceptar casi con resignación. Más adelante Daniel, citando a la profesora Catherine Kintzler de la Universidad de Lille, nos dice “… el laicismo coloca a Dios en casa, en la familia, y al ciudadano en la escuela, en la sociedad. Sobre todo, la concepción francesa del laicismo defiende al individuo frente a su grupo de origen, defiende a la mujer frente al padre opresor y autoriza a que uno cambie de religión o se declare ateo”.

A este respecto Locke habría señalado: “Si entienden por monarquía jure divino no una monarquía absoluta, sino una monarquía limitada (que es, según mi opinión, un absurdo, si no una contradicción), deberían mostrarnos la carta que viene del cielo, y hacernos ver dónde Dios ha dado al magistrado un poder de hacer lo que sea, pero sólo para el mantenimiento y el bienestar de sus súbditos en esta vida.” (2001, p. 86)

Vemos pues que con la tolerancia no hacemos más que instaurar comunidades. No defendemos valores, nos resignamos a que coexistan. Pero esta coexistencia no pasa por un respeto de las costumbres de los individuos, ni tampoco deja claro el rol del Estado Nación en el abordaje institucional de la problemática. Más allá, se trata de un problema de integración, no de tolerancia. Y de definir que entendemos por integración, que es muy distinto a fusión y pérdida absoluta de la identidad cultural.

Todo esto que hasta el momento hemos visto nos lleva a hacernos importantes preguntas en el plano filosófico, que a efectos de este breve ensayo lamentablemente no podremos responder. Pensamos, además, que no existe una respuesta posible como solución al problema. Sólo se trata de una disertación que pueda dejar planteados los problemas sobre la mesa y que puedan guiar una fructífera conversación sobre e indagación en términos morales.

Como hemos mostrado la aplicación de reglas absolutistas en el plano moral, sobre lo que el ciudadano debe o no sostener por credo, o el rol del estado en este sentido, no pareciera superar el problema de la tendencia al exceso de autoritarismo y dogmatismo religioso. Por otro lado, la indiferencia en el uso excesivo de la libertad tiene por consecuencia, más que en una anarquía, un estado de descomposición y desintegración que fácilmente puede derivar en escenarios de violencia, incluso en confrontaciones de carácter bélico.

Este debate se presenta, como señalamos anteriormente, interesante en el plano de la filosofía moral. Aún queda mucho por discutir entre aquellas doctrinas denominadas como universalistas, la cual se descompone además una gran cantidad de matices que van desde su versión más ortodoxa, como las de Kant o, más recientemente, Lawrence Kohlberg, a posturas mucho más matizadas como las de Jurgüen Habermas o el denominado comunitarismo de Charles Taylor, y por otro lado el denominado relativismo cultural, donde también encontramos diversidad de posturas que van desde los planteamientos de la antropología cultural como los de Bronislav Malinowski y Alasdair McIntyre, hasta propuestas más moderadas como las de George Devereux y John Mackie.

Para nosotros la exploración se acerca a las posturas más comprensivas que a los puntos de vista radicales, pues pensamos que estas nos arrojan a un callejón sin salida desde el cual queda fuera toda posibilidad de discusión. No obstante, esto no es precisamente la salida fácil, que elimine complejidad, más bien se trata de la búsqueda de los significados ocultos.

“Lo que la ciencia, a manera de comparación inter.-cultural, supone haber establecido es que hay culturas que tienen distintas moralidades. Pero aún es necesario el mostrar como estos hechos supuestos prueban que el absolutismo moral es falso. Yo he comprado la idea de Kroeber y Kluckhohn cuando dicen que “una comparación sincera de las culturas deriva en un rápido reconocimiento de su relativismo.” Pero, ¿qué es ese “rápido reconocimiento”? Parecieran estar diciendo que el descubrimiento de que existen diferentes moralidades es por sí mismo suficiente para mostrar que la moralidad es relativa. ¿Pero es esto cierto?” (Cook, 1999, p. 9)

Esta pregunta que deja abierta John Cook en su libro “Morality and cultural diferences” es un excelente punto de partida para un futuro examen de las posibles respuestas a la mismas. Por los momentos nos limitaremos a decir, sin alejarnos mucho de las originarias ideas de Locke, que la libertad opera, o debe operar, en el terreno de las creencias, cultos y religiones del individuo siempre y cuando no trasgredan las creencias, cultos y religiones de su vecino. Más, en materia de lo concerniente al gobierno, en lo que se refiere a proporcionar cierto grado de igualdad (al menos en el terreno formativo legal) la preocupación debe evitar la predominancia del punto de vista dogmático o religioso de un grupo de individuos sobre otros dentro de su comunidad.

Giovanni Sartori comenta que el término de comunidad mundial es sólo retórica. Según él es tal la contradicción que hace que se desvanezca el propio concepto de comunidad. La pregunta que se hace el autor y nosotros seguimos es: ¿en qué medida el pluralismo amplía y diversifica la noción de comunidad?, “…¿puede una comunidad sobrevivir fraccionada en subcomunidades que son, en concreto, contracomunidades que llegan a rechazar las reglas que constituyen un convivir comunitario?” (1998, p. 2)

Desde su perspectiva el pluralismo presupone una disposición tolerante, nosotros pensamos que la tolerancia, como bien agrega Daniel, es casi un acto de aceptación por resignación, más que buscar la integración y la definición de reglas claras, busca la segregación y la irresponsabilidad individual frente a la interculturalidad. Dicha segregación deriva en la formación de ghetos, en sectores aislados que miran con extrañeza a aquellos con quienes comparten un suelo, en la privación de oportunidades, en una contradicción cultural y muchas veces, como tristemente hemos presenciado, en la violencia brutal en contra de los intereses de todos.

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2:03 p. m. - Retrasos con "www.eldivandesgarrado.com"

Queridos Lectores:

Lamentablemente la fecha en la que estimabamos contar con la versión web del Diván Desgarrado no pudo ser cumplida. Por diversos inconvenientes hemos postergado su lanzamiento el cual esperamos estar llevando a cabo en el tercer trimestre del año 2006.

Disculpen por los inconvenientes. Mientras, seguiremos escribiendo...

Los Editores

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